17 jul 2008

Musa

Cerca a la fuente de ideas,
sencillo silencio existía.
No surgían frases motivadoras,
mucho menos inspiradoras.

Muy a pesar mío, era la noche,
para mí, callada y desapercibida.
Y, tristemente, a Musa ofuscaba,
se hallaba dormida y enterrada.

Sombrío eran mis pupilas,
y helada mi diestra mano.
Mis dedos impacientes,
actuaban por obligación.

Tenían que realizar:
o un sencillo trabajo,
o un quehacer estresante,
o una tarea desesperante.

Con desgano pasaban,
los grises del mismo día.
Mientras, la humilde Musa
dormía temblando, esperando.

Mis deseos por plasmar
cualquier idea propia,
se desvanecían más,
Musa no tenía musa.

Pero un día,
cambió el día
y la noche fue día
y para Musa, su día.

Musa se presentó,
se plasmó en escritos
y terminaron en letras
que ahora, una por una,
voy escribiendo,
porque Musa encontró,
un motivo justo

para actuar,
para servir,
para inspirar,
para transformar.

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