20 jul 2008

Disparo de la bala

El hombre seguía tendido boca arriba en su comedor. Su físico pasaba por un tormento. Había recibido una bala que había atravesado su estómago y ya empezaba a desangrarse internamente. Su mano estaba tratando de detener la hemorragia, pero sabía que por dentro su cuerpo estaba peor. Sus piernas se movían lentamente, como si quisiese quitar todo el dolor que llevaba ahora en la parte inferior de su pecho.

Su camisa estaba teñida de rojo escarlata y sentía el calor de su sangre. El agujero pequeño dejado por la travesía del proyectil estaba ardiéndole a tal extremo de ya no sentir dolor. Todos sus músculos empezaban a adormecerse.

Su respiración era muy agitada y ronca. Sus ojos ya no seguían abiertos como en el momento del disparo, pero le pesaban. Se sentía cada vez más débil. Pero el dolor ya no el importaba. Ya no quería sufrir. Se dejó llevar.

Creación propia.

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