1 mar 2009

Amigos peculiares


A veces pienso que haber tenido una relación con ella solo fue un modo diferente de conocerla. Y creo que por eso ella es la persona a quien más conozco.

Prometí verla a las 4 de la tarde. Sabía que en su casa estarían su prima (una niña) y su madre. Pero no me importaba, necesitaba hablar con ella. Así que apenas pude, salí de mi casa lo más rápido posible.

Llegué y toqué. La puerta se abrió y la vi detrás como si fuese en cámara lenta. Aunque sabía lo que vería, su imagen me resultó agradable y motivadora. Ella apenas me saludó y me dijo que pasara. Ambos queríamos hablar de muchas cosas y esa necesidad mutua me hacía sentir bastante animado.

Entré y me sentí nuevamente como en casa. Reconocí el aire familiar de su sala; los sofás exactamente en los mismos lugares que hace ya varios años; los cuadros en su mismo sitio; la mesa en el fondo con algún libro o lapicero encima; los muebles, repisas y cajones de idéntica manera como lo recordaba. Todo estaba como siempre, todo en su mismo sitio.

“Nada como regresar al hogar”, pensé para mí, mientras con la mirada recorría los cuadros, ventanas y adornos que tantas veces había visto. Algunas piezas del recinto se habían movido, pero era casi imperceptible. En general, todo seguía igual. Claro, menos la situación.

Ella se sentó en el sofá para uno. Sabia decisión. Yo me acomodé en la de tres, estando ella a mi lado derecho-adelante. Tenía mi mochila con un libro y un cuaderno de apuntes. Tenía cierta idea de lo que le diría. Así que saqué el libro y se lo mostré.

- Te traje este libro, para que lo leas. Tal vez te guste...
- Gracias, justo necesitaba leer algo, hace tiempo que no lo hago.

Sonreí. Había acertado, fue una buena idea. Luego, continué describiendo mi situación actual, mis problemas, mis dilemas y conflictos. Ella me oía. Éramos amigos, amigos peculiares, tomando en cuenta lo que antes había pasado. Luego le pedí que ella hablase y así seguimos intercambiando recuerdos, ideas, anécdotas de cada uno, y algunas indirectas (propinadas más que nada por mí) sobre nuestro mutuo pasado. Esos momentos eran especiales y predecibles. Ambos sonreíamos y recordabamos momentos que habíamos vivido.

Así seguimos hasta que su prima dijo que quería irse y mi amiga, con su mamá, debían llevarla a su casa. Ni modo. El tiempo se me había acabado, había dicho lo que quería y había oído lo que ella quería que sepa. Me enteré de varias cosas, algunas de momentos pasados que siempre quise saber.

Salí contento, hasta dichoso diría. Me había hecho feliz. Había pasado unas dos o tres horas con ella de lo más tranquilo posible. Habíamos conversado como amigos, algo que yo creía difícil. Ella me lo había permitido y, particularmente, me sentía genial que hubiese sucedido.

A veces creo que haber estado con ella solo fue un modo diferente de conocerla. Y creo que por eso, y por otras cosas más, es que le dije, entre tantos comentarios, que era la persona a quien más conocía. Ella me dijo que yo era la segunda persona que más conocía, la primera era su amiga. Le pregunté por qué y contestó "porque somos mujeres". Genial, al menos soy el hombre que más conoce.

Me siento bien así, siendo su amigo. Disfruto esta nueva etapa. Es bastante interesante y diferente. Mi cariño lo hace aún más atrayente y especial, su cariño lo convierte en algo sublime, el afecto (hasta cierto grado mutuo) es increíble, aún me cuesta entenderlo y reconocerlo. Se siente bien, muy bien. Es grandioso.

1 comentario:

Pablo Villanueva H. dijo...

que buen modo de afrontar las cosas.

excelente narración.