27 ene 2009

Presencia perturbadora


"No debería estar aquí"
Me repetí por tercera vez.

El ambiente era tórrido y pesado; el lugar, claustrofóbico y oscuro. Luces de colores potentes destellaban el pequeño cuarto. Música del momento como fondo, dejando sordos a todos. Varios bailaban, muy pocos de manera armónica, muchos "tratando" de seguir el ritmo repetitivo.

Allí estaba yo, entre toda esa masa humana de cuerpos que se rozan. Parejas abrazadas (algunas con la cabeza caliente), gente sudando, hombres con camisas y sin sacos, chicas con vestidos de diferentes colores y tonalidades (unos muy provocativos), algunos bailando (muchos lo hacían si la música permitía contacto más cercano a las féminas), otros sentados, desentonados o cansados. Y allí estaba yo, más como un espía falso, en un "lindo" quinceañero.

Estaba allí por amistad, para no decepcionar a la amiga. Pero mi verdadera razón iba más allá. Mi mirada la buscaba, sin importarme ser evidente. Bailaba muy poco, lo necesario. No es muy divertido hacerlo cuando sientes que lo haces de mal a peor. Miraba con cierta envidia a esos bailarines que no se pierden ninguna pieza. Estaba realmente incómodo.

"No debería estar aquí"
Me repetí por cuarta vez.

Iba de un lado a otro, movilizándome entre grupos de chicas y chicos, entre gente bebiendo, entre parejas bailando, entre el casi compacto conjunto. Me topaba con muchos desconocidos, a cada risa me sentía aludido, era frustrante.

Mi apremiante búsqueda comenzaba a irritarme. Comenzaba a desesperarme, suponiendo que nunca la hallaría, ella, la razón de mi presencia allí. ¿Es que no podía evitar pensar en ella? ¿No podría divertirme un rato con los unicos amigos que tenía allí?

Sí, podía, pero ni entre ellos estaba lo suficientemente feliz. Mi adversión por las fiestas se estaba intensificando justo en ese momento. Y para rematar, ella no aparecía. ¿Habrá venido? ¿¡Dónde mierda está?!

Suficiente, iba a descontrolarme, no quería arruinarme solo la velada. Debía darme por vencido... Pero, maldición, la vi entrar por la única puerta. Mi mirada se clavó en ella, el ritmo de mi respiración comenzaba a empeorar (ya por el lugar tan cerrado, respiraba demasiado desigual), la sangre se subía a mi cabeza, apretaba los puños y los dientes, sentía una gota de sudor por mi espalda... y de pronto, fui insensible a lo que pasaba alrededor mío. El ruido ensordecedor disminuía su volumen, las personas formaban manchas espesas, los que hablaban gritando ahora susurraban.

Solo la veía, bajando las tres gradas y entrando a mi suplicio, pero para ella todo lo contrario. Llevaba un vestido azul noche apretado, con el cabello suelto y una mirada fresca. Se veía hermosa, o al menos para mis ojos. Entre tanta gente ni se percató de mi mirada.

Avancé torpemente hacia ella, pisé a un chico y casi tumbo a una jovencita poco agraciada. Ella ya estaba con sus amigas, forjando una defensa dura. Ella me vió y sonrió dulcemente. Rocé mis labios por su mejilla rosada. Sentía en su piel el clima fresco de afuera, causando un delicioso contraste de temperaturas con mi caluroso cuerpo.

Sin saber por qué, le pedí para bailar. Ella aceptó sin ningún problema. La canción era cumbia, pero no importaba. No era que odiara ese tipo de música, era por mí. Perdía demasiado rápido el ritmo, pero ella siempre me guiaba para tratar de desimular. Esta vez no fue la excepción.

Se notaba claramente que ella no disfrutaba el momento. La verdad que a mí tampoco. Seguro estaba incómoda por bailar con alguien tan pésimo. O tal vez esta situación le traían recuerdos que no le gustaba evocar justo en ese momento. O...

Comencé a hacer tantas conjeturas que cuando ella me dijo que ya había acabado la canción, me entristecí porque practicamente mi turno con ella esa noche había acabado. Justo luego de dejarla, un amigo de ella le pidió bailar. Con indignación pude ver que, acabada una canción (otra vez de cumbia), ellos seguían bailando. Y pude ver en su rostro verdadera diversión. Se estaba pasando de lo mejor con él, y tenía razón de ser, el chico sabía moverse muy bien y eso le permitía a ella disfrutar del baile. Bailaron unas tres piezas más y luego la sacó a bailar otro, y otro, y otro...

"No debería estar aquí"
Me repetí por quinta vez.

Seguro que ya estaría agotada de tanto baile. Todos los chicos que la sacaban eran bailarines profesionales a mi lado. Bailé por mi cuenta, para desimular. Y así seguí toda la noche, no volví a sacarla, tenía verguenza y quería que la pasase mejor con personas que realmente bailaban y no con alguien que solo quería estar cerca de ella para "vivir el momento".

5 comentarios:

MoiZés AZÄÑA dijo...

Qué más se puede vivir...

Allison Alcázar dijo...

dudo que unas clases de baile hubieran podido frenar sus pasos de baile en ese momento...lo escrito va más allá.

Oswaldo Bolo Varela dijo...

Tengo que rememorar -gracias a su excrito- la irónica forma en que me comportaba en los pocos quinceaños a los que asistí: un cigarrillo bajo la boca a modo de chicle, una constante mirada que dejaba traslucir el morbo adolescente por las piernas de ciertas mujeres que nunca me miraron, la inconsecuente corbata que me ajustaba el cuello... todo esto acaba en una solitaria caminata rumbo a conseguir taxi, solo.

Zethyo dijo...

Moises, gracias x pasarte x aquí :D

Efemérides, tienes cierta razón, pero, me hubiese gustado saber bailar más, así podría acercarme a chicas q mis ojos captaban... "inocentemente".

Hombre extraño... concuerdo contigo en ciertas cosas en esos tiempos q para mí no son tan lejanos...

Anónimo dijo...

tambien escribo
no tengo tiempo d comentar, se supone q estoy ocupada,
luego t explico
angelikenoir@hotmail.com
escribes bien
a...
tambien me gusta el teatro
y etc
XD
me caiste bien n_n

atte. angelike hellena