8 nov 2008

Funesto sino


El funesto destino me obligó a atropellar mi visión contra ti, y galopantes reminiscencias abrumaron mi ser en apenas segundos. Sí, segundos distantes entre cada uno.

Te observé a lo lejos, apenas yo llegando a mi morada. Cruzaste sin siquiera girar, tal vez presintiendo mi cuerpo a lo lejos, o tratando de pasar aquella casa que algún recuerdo te puede haber traído. O simplemente estabas contra el tiempo, yendo a tu destino.

Maldito sino, que me empujaste a verla. Dentro de mí, una bola de fuego comenzó a surgir repentinamente. Mi mente se aceleró y, con apremiante delirio, comprendí lo funesto que sería aquel momento. Predije las consecuencias que traerían el encuentro visual.

Entrado a mi hogar, me obligaste a subir. Escalé los tres pisos en tiempo reducido y llegado a lo más alto, me detuve. Nada a mi alrededor era tan importante como ese momento. El nuevo panorama ahora tenía sabor, olor, recuerdos.

Te busqué otra vez con la mirada absorta, y te volví a ver desde lejos. Te seguí con mis ojos. Desde lo alto de mi hogar te veía diminuta, frágil, sencilla. Mi alma iba detrás tuyo, era tu sombra. Cada segundo que mis ojos te captaban, eran llenos de intensidad, de despertar, ilusión, martirio.

Hasta que te perdí de vista.

Así me dejaste sin conciencia. Interrumpiste todo mi ser, me dejaste sin ningún motivo por el cual moverme, simplemente me quedé clavado, mis pies de cemento, y mi mirada deseando verte de nuevo, todo movimiento mecánico quedó nulo. Mi corazón se llenó de conjeturas, confusión, alegría efímera, placer, dolor... y seguí quieto, callado, lamentándome por aquello, perdonando aquel momento pasado, murmurando ideas ininteligibles, deseando correr, deseando quedarme quieto, simplemente caminar o correr. Solo quería parar, gritar, destrozar, lamentar, maldecir...

Hasta que luego de largos minutos, el tiempo ya no me acompañó y todo volvía tener sentido: reconocía el cielo, comprobé que estaba parado sobre el suelo de mi techo, me di cuenta que por buscarla con los ojos, mi ropa termino sucia por el polvo, y, sin darme cuenta, ella ya había desaparecido hace varios minutos y yo seguía pasmado, destruido, vibrando por el morbo de la autoflagelación, del daño motivado por uno mismo.

Maldigo el destino, desgraciado, que por un minuto me obligó a verla, una vez más, luego de haber jurado desaparecer de su vista. Desgraciado camino, momento, lugar, todo lo que me llevó a aquel momento. Cuando todo llegaba a desaparecer, todo volvió.

Lo primero que hice al volver a mi refugio fue revivir lamentaciones. Luego de todo lamento, me dispuse a escribir. Lo hice atropelladamente, pero lo hice. Escribía sobre mi computador, con veloces movimientos. Me compadezco de las teclas, soportaron mi dolor, mi angustia, mi pena, mi rabia. Todo a la vez, mientras seguía escribiendo acaloradamente, con el solo motivo de recordar este momento.

Recordar y para que ella sepa que aún no la olvido, para que comprenda como me dejó, como aun la quiero, como aun no puedo borrarla de mi mapa, porque hasta el mismo sino no quiere, maldición. Todos confabulan contra mi ser. Ya me cansó, pero me alegro de haberte vuelto a ver.

Mi cansancio era enorme, mis pies suplicaban, mis pupilas gustativas saboraban amargos recuerdos, mi garganta era perforada, mis manos se congelaban, mi cuerpo aparecía y desaparecía, solo quería descansar... descansar, echarme, tranquilo, sin molestias, sin recuerdos... descansar, cerrar los ojos, dormir, descansar... descansar...

Pero nada, nada, nada, nada, nada hizo olvidar, la efímera visión..., nada logró que me olvidase la efímera visión que capté. Simplemente, me perforó las pupilas. Sangraron los ojos, mi corazón, mi Musa, ella. Todo giraba, recuerdos, ideales, momentos, todo. Y la inspiración volvió, como por magia. Y por eso vuelvo a escribir.

Vuelvo a escribir por...

1 comentario:

Anónimo dijo...

... por?