23 ene 2010

Nada, nada, y sigue nadando...

La imagen era ridícula, había dejado de caminar.

Ahora comía fango, respiraba fango, nadaba en su propio fango.

Sus brazadas se volvían más pesadas, pero qué le importaba.

Pataleaba con fuerza, contaba cada movimiento.

Uno, dos, tres, fango, cinco, fango, siete, fang...

Se ahogaba, se hundía y no hacía nada.

De pronto, se ahogó.

No hay comentarios: