Y amanecí a tu lado
y el cuarto testigo fue.
Las sábanas abrigaron
y nos rozaban su finura.
Y tu cuerpo fue mitad
y tu piel muy bien combinó
y tus abrazos quemaron
y tus manos sintieron...
suave tez incompleta.
Y tu sonrisa era tu sello
y tu cabello enmarañado
y tu mirada, ¡qué belleza!
Y te contemplé
por infinitos segundos.
Pero, y qué desdicha,
¡desperté!
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